Creo que el hecho de no darnos cuenta es muy peligroso. Nos lleva a obsesionarnos por ese pelo que sobresale más de la cuenta del oído, a agobiarnos por ese pequeño (o gran) michelín que asoma en nuestra cintura, a dar un grito de angustia al observar que el tiempo actúa sobre nuestra piel arrugándola inevitablemente (es el precio que hay que pagar por seguir viv@). Nos alienamos con nuestra apariencia exterior y no somos felices porque en el fondo… ¿qué más da?
Con esto no quiero decir que no hay que cuidar nuestra apariencia en absoluto, no. No es malo tener un aspecto sano y saludable, desde luego. Lo que es de juzgado de guardia es estar las 24 horas del día pendiente de como llevo el pelo, de si mi camisa van conjuntada con mis pantalones (o mi falda), etc. Eso son minucias que no deberían tener la importancia que se les da. La belleza exterior se proyecta desde el interior, y eso lo digo por experiencia propia. No hay mejor tratamiento para la piel que reír a carcajadas, no hay mejor traje que el abrazo de un amigo, no hay mejor maquillaje que una noche de pasión con alguien amado, no hay mejor loción capilar que una buena charla con amig@s tomando una cerveza, no hay mejor pintalabios que un beso de enamorado.
Me da la impresión que nos iría mucho mejor si nos aceptáramos como realmente somos y nos dejásemos de tanta tontería estética, así nos evitaríamos muchos quebraderos de cabeza y, de paso, mucho rechazo a la gente que, todavía, no se ha operado de nada, aparte de apendicitis.
Pingback: ¿Por qué creemos todo lo que nos dice la #TELE? 🤤📺 (INCLUYE VÍDEO) – O piña o piñones 2.0
Pingback: Oportunismo – O piña o piñones 2.0