Vivimos en la era de la violencia
enmascarada por caretas de solidaridad funesta,
donde todo cuenta si la cartera se llena,
donde la mona se viste de seda,
donde la banca nos aprieta
y todos de fiesta.
Vivimos en la era de la conciencia de unos pocos
que intuyen que no es oro todo lo que reluce,
que se topan de bruces con la esencia
que todo lo une y la alimentan
uniendo sus luces eternas.
Vivimos en una era convulsa y hermosa,
que nos propulsa a nebulosas
de sabiduría y entereza.